domingo, 6 de noviembre de 2016

Crecer: Mis años maravillosos. Parte I

¿Todo tiempo pasado fue mejor?


Vane, ¿de dónde eres? 
-Soy de Barranquilla-.
¿En serio? ¡Pero, tú no tienes acento costeño!
Increpo, -Bueno, sucede que me crié en Medellín-
¡Pero, es que tampoco tienes acento paisa!
-Si. Es una larga historia, mi historia-.


Los primeros nueve años de mi infancia los viví y disfruté en Medellín.
Mis amiguitos de la cuadra: Alejandra, Laura, Claudia, Sara y Andrés Felipe. Hasta el sol de hoy, no sé qué habrá sido de ellos.
"¿Mami, podemos jugar otro ratico más con Claudia y Sara?". -Ay sí doña Gestrudis, ¿las deja jugar un ratico más? ¿Si? Ay diga que sí. Sííííí-.

Resultado de imagen para maquina de coser antiguaRecuerdo tantos disfraces que mi madre nos confeccionó, a propósito de la época. Ella tenía una máquina de coser que yo usaba para jugar, porque la sensación de conducir un carro en curvas la vivía al máximo manipulando la rueda y sintiendo cómo el pedal se movía de un lado a otro.

¿A qué jugaba exactamente?
En muchas redes sociales abundan las imágenes de los juegos y actividades que caracterizaron a las generaciones modelo 80 en adelante. Puedo decir que fui poco usuaria de la televisión en ese entonces hasta que llegó el atari. Y sí, mi mamá también tuvo el miedo aquél de que "ese aparato le daña los colores al televisor".
Yo también creía que estando de pie y moviendo mi cuerpo "al ritmo de la palanca", realmente el "comegalletas" subiría o bajaría mejor.

Era la época de los reinados en las casas. "Cada candidata tenía su ajuar propio" y este consistía en vestido de baño, casual y de gala. Las coronas las hacíamos nosotras con papel dorado y plateado, aunque no recuerdo bien cómo era la elección. Y no, no habían "Steve Harvey" que anunciaran ganadoras por equivocación.

Resultado de imagen para nubeluzJugábamos a ser nubecinas, "al grantico, palmani zum" y las guías para anunciar los juegos y nombres de los participantes tenían forma de nube que coloreábamos cuidadosamente. Eran juegos muy profesionales.

Aunque no tuve bicicleta, aprendí a montarla. Sentía adrenalina al descender sin pedalear desde "el morro" y luego frenar para no llegar hasta la avenida donde pasaban los buses de Itagüí.
Un par de patines morados con estrellitas amarillas fluorescente alegraron aún más mi infancia. ¡Mis rodillas se acuerdan de ellos bastante bien! Mi madre, con angustia, se asomaba por la ventana para ver mis piernecitas salir airosas o quebrarse en la osadía de esos intrépidos juegos infantiles.

Con mi hermana, ella algo más dedicada que yo en esta labor, teníamos un cancionero. En cuanto sonaba la canción en la radio que queríamos escribir, la redactábamos corriendo para así aprenderla. Y el casette siempre estaba listo para grabarla, y mientras tanto nosotras rogábamos que no la interrumpiera ninguna propaganda.
Allí escritas quedaron las letras de "Quisiera volver a amarte, volver a quererte, volver a tenerte cerca de mi, ¡Girl! mis ojos lloran por ti...", "Hacer el amor con otro, No, no, no..", "Cada camino que piso, me lleva hacia él...Mío, ese hombre es mío..." Para luego cantarlas a grito herido.

La época del Colegio allí fue maravillosa. Mis compañeritas de estudio Dayana y Marisol, mis amigas más recordadas de aquél entonces. Se me viene a la mente la señora que nos transportaba, pues por alguna extraña razón, siempre vivía en conflicto con "los azules" (i.e. guardas de tránsito) y algún ruido en su carro que ella siempre asociaba con los platinos.
Algo que me parece súper gracioso hoy, pero que en ese momento lo hacía con mucha rigurosidad, era elegir desde el domingo, todos los peinados que me haría durante la semana para ir al colegio. Esa pequeña cartelera con dibujos y todo la colocaba en el baño para llevarlo a la práctica cada día. ¡Confieso que estaba algo loca y desocupada!

Muchos momentos difíciles también tuvieron lugar durante mi infancia. Pues si bien esta generación lo conoce ahora por la proliferación de reconocidas series dedicadas a contar la historia del narcotráfico, Pablo Escobar, ese héroe y villano; murió un día de Diciembre de 1993. Para mi son vagos los recuerdos de sus actos de violencia, secuestro y terrorismo, pero no el día de su muerte. Ese momento lo recuerdo bien. Mi hermana y yo estábamos en la tienda y mi mamá llegó corriendo por nosotras. Nos encerramos en la casa y allí permanecimos. Yo no entendía nada de lo que pasaba. Vi a mi madre angustiada como pocas veces. En mi mente, la grabadora metálica de doble casetera, y de grandes botones.

Transcurría el año 1995. Mi madre tomó la decisión de cambiarnos de ciudad.
Despedirnos del colegio, el barrio, las amigas y la ciudad fue muy difícil.
Pero así como cambias 25 °C por 39 °C de calor humano, llegan las nuevas amistades, costumbres y experiencias... ahora en Magangué.