domingo, 3 de junio de 2018

Crecer: Mis años maravillosos parte III

Leyendo mis entradas anteriores, vi que había dejado quizás, un cabo suelto, una especie de trilogía por cerrar. Y como no hay dos sin tres, aquí va CRECER parte III.

Empiezo a escribir estas líneas, mientras caigo en cuenta que olvidé un libro para leer de cara a un vuelo largo, y mis ojos  bailarines encuentran la imagen de una cheerleader de largas trenzas a mi derecha de algunos 8 años o quizás menos guardando en su cartera rosada el último iPhone.

Vuelvo mis ojos a la pantalla del asiento, sin prestar atención a las señales de información previas al vuelo. 
Tengo gran facilidad para recordar algunos detalles de todos mis primeros días "importantes". El primer día de universidad no fue la excepción.
Y entonces pienso para mí: ¡¡Hmm la Universidad!! Y se dibuja instantáneamente una sonrisa en mi rostro.
Ese día, mi abuela Diome me levantó a las 4:00 a.m. Desayuné ligeramente y tomé el bus intermunicipal que me llevaría desde Santo Tomás, Atl. a Barranquilla en unos 35 minutos de recorrido. Iba ansiosa para mi primera clase de álgebra y trigonometría muy a las 6:00 a.m. Llevaba una blusa color magenta (para los hombres, el magenta es simplemente un rosado oscuro) de mangas cortas, un jean oscuro, sandalias y portaba el maletín que había sobrevivido el último año escolar. A pesar de que el profesor de esa clase escupía en cantidades industriales, siempre me hice en la primera fila; en honor a la vieja costumbre de "los pequeños adelante, por favor". Llamé a mi mamá tras finalizar la primera jornada, desde mi celular homologado en la compañía Celcaribe, con el minuto a 800 COP. Como comprenderán, había que ahorrar los pormenores.

Me obligo a ir allí con más recuerdos pero mi mente escueta se rehúsa a buscar detalles. De repente, vienen a mi mente en fabuloso cóctel, las madrugadas, las clases, las trasnochadas, el capítulo cerrado del primer amor, mis amigas (ya hoy en día casadas), las rumbas, mi inocencia y mi búsqueda permanente...
Pienso en todas esas veces que "madreamos" una materia por obligarnos a trasnochar, sin sentir un ápice de culpa por encomendarle, en más de una ocasión, a la fragilidad de la última noche, nuestros trabajos de fin de semestre. Cual ángeles de Charlie, siempre salíamos triunfantes.

Ustedes: ¿Quiénes, Vane? 
Cuando hablo en plural, me refiero a mis amigas de Universidad, con las que formé una hermosa amistad. Con ellas, lloré el amor ido, dije improperios pasadita de tragos, tuve largas sesiones hablando de las cosas importantes de la vida a esa edad y también "verifiqué" respuestas en algunos parciales.
Si alguno de mis excompañeros de universidad lee esta entrada, ¿recuerdan en qué materia y porqué hicimos una cadena de oración? Acaba de llegar esa escena a mi mente, súbitamente.

Ustedes otra vez: Vane, ¿Y esa foto qué, por favor? 
Corría el año 2006. Una visita de obra a un almacén "olímpico" en construcción en la ciudad de Santa Marta, para el curso de estructuras metálicas. Desde aquél entonces hasta mis días, han cambiado muchísimas cosas, menos el insignificante hecho de que sigo siendo talla 6.

Recuerdo, por supuesto, mi experiencia en la tuna y en el coro Unicosta. Esa primera audición, con un director que me mostró por vez primera las canciones que más amo cantar hasta hoy: Vereda tropical y Venecia sin ti.
"La la la la la la la la la", medio tono arriba en la escala musical y repita. Todo para conocer mi registro vocal y posición en el coro. 
-¿De dónde sacas esa voz, chiquitica?- preguntó
-Eres soprano, pónte a mi derecha-, añadió.

Vivir lejos de casa, aprender todo lo necesario de la vida; mucho de ello no te lo enseñan en la facultad de ingeniería. Graduarte de la carrera que soñaste estudiar, aprender a solventar situaciones difíciles, conseguir tu primer trabajo, recibir el primer sueldo y derrocharlo con gusto, pagar impuestos, superar el primer  retiro, independizarse, "quemar el primer arroz", ser responsable con las salidas a rumbear y aprender a  manejar el dinero; aunque mi madre diga que aún no aprendo.

Cierre y fin de la emisión.
¡Saludos a mis lectores amantes de las trilogías!

P.D. Tengo que confesar que no hice ni haré el deber cinéfilo-moral de ver El Señor de los anillos.