lunes, 23 de octubre de 2017

Impresiones de regreso en papel reciclado

Hoy dejé que mis manos se trasladaran a otras herramientas diferentes a las de un teclado para expresar... tomé el lapicero de tinta color azul que sujetaba mi cabello y con él volé a mi lugar feliz, a mi lugar de sonrisas perpetuas, en medio de sentimientos dicótomicos de felicidad, estrés, melancolía, tristeza y determinación.

Resultado de imagen para escribirPor ocasiones tengo la voluntad e impresión de escribir como para alguien más. Como un mensaje que se envía en una botella con destino desconocido y que espera ser bien recibido por su destinatario anónimo. En otras ocasiones, lo hago solo para mi, para viajar al interior de mi alma y desahogar mediante mis letras a pulso, mis blancas y oscuras pasiones.

Hay quienes hablan para desahogarse. Yo prefiero callar por momentos, para que mi alma hable por mi, como hoy.

Hoy me motiva para escribir, el tema de las segundas impresiones. ¿Y por qué? Porque también son importantes y hay quienes prefieren quedarse siempre con la primera. Yo no. Mi carácter me obliga a tirar los dados de la personalidad, nuevamente. A veces llegan sigilosas, estruendosas, unas veces se escapan o renunciamos a ellas por estulticia, de repente las aceptamos sin mayor renuencia o las manipulamos y finalmente; se las robamos al universo y misteriosamente calan y se ajustan a nuestra vida como la última pieza de un rompecabezas.

Y es que, segundas impresiones tenemos de todo. Con relación a las personas, lugares, viajes, películas,... ¡y es que hasta el papel admite segundas impresiones! Las tías suelen decir que cada quién habla del baile según como le va en él. Y tienen razón.
Aquí narro mis segundas impresiones de regreso, digamos que un antes y un después. 

No siempre tenemos la oportunidad de ver cómo hemos cambiado o incluso cómo ha cambiado todo a nuestro alrededor; nuestra familia, entorno, pareja y demás. Dedicados a ver y no a observar, a dejar que los días cuenten para un calendario, sin hacer que sea nuestra vida la que cuente para nosotros y aquellos que nos quieren. 

Ir y volver, para valorar lo esencial, para reconocer que no necesitamos tantas cosas, que no extrañábamos otras tantas y para darnos cuenta que podemos ser felices tirados en un césped disfrutando de una maravillosa compañía con vista a un lago inmenso y comiendo arepitas caseras, frutas y café helado.

Ir y volver, para valorar el silencio que, como en la música, es importantísimo.

Ir y volver, para sentir el calor humano de esta tierra rodeada de montañas que aún aplaude y llora (como yo) al aterrizar el avión, que saluda a su vecino de mil maneras, que abraza, que baila, que conversa, que sonríe, que pide todo con un "me regala...", que llora de emoción cuando su selección de fútbol gana, cuna de millones de artistas en todas la áreas, que no da papaya, que presiona el claxon de su carro en el trancón, que vende frutas y aguacates a todo pulmón en la primera hora de la mañana, que pregunta al conductor del bus si pasa por..., cuando el cartel dice en letras gigantes la ruta, que pide rebaja, que no suma las calorías del almuerzo y que tiene intersecciones viales tan costumbristas como "el huevo con el palo". En fin, así somos y por ello somos conocidos. Esta tierra seguirá forjando mi personalidad, indudablemente.

¡¡He vuelto, lectores!!
Y como reza la canción: No estaba muerta, andaba de parranda.