domingo, 4 de diciembre de 2016

Crecer: Mis años maravillosos parte II

Todo cambia...

Nuevos amigos, nuevos profesores, nuevos compañeros de clase... en una nueva ciudad. Cuando eres niño, cosas como estas son, aparentemente, más fáciles de enfrentar y asimilar.


Iniciaba la época del bachillerato en Magangué, una cálida ciudad ubicada al sur del departamento de Bolívar y a escasas 3 horas y 40 minutos desde Cartagena.

Recuerdo claramente mi primera vez en el "nuevo colegio". El CEDI abría sus puertas a una nueva estudiante que llegó unas semanas tras haber iniciado el regular año escolar. Con mis nueve años, lucía un vestido blanco que terminaba en una falda de flores azules y moradas y un lazo que era el remate de un cuello marinero, medias y zapatos blancos. Mis compañeros de clase vestían su uniforme verde y blanco y las niñas, uno de cuadros verde militar, rojo, negro y blanco.

Mi recuerdo más grato de este colegio es, paradójicamente, una vez que debíamos llevar unas pinturas para trabajar un vitral en clase. Luego de la actividad y listos para volver a casa, le pedí a mi amigo que si iba para el salón trajera mi maletín, con la mala fortuna, que en vez de entregármelo, me lo lanzó. ¿Resultado? Pinturas que en hermoso collage arruinaron mis apuntes de las materias "en las que uno suele escribir mucho".

Sólo un año allí, luego un tránsito al ITCD para iniciar mi bachillerato. ¿Leíste mi primera entrada? Allí narro muchas de las situaciones particulares durante la etapa de colegio.
Tengo la dicha de decir que los amigos de "toda la vida", me los ha dejado esta maravilloso transitar por el bachillerato. 

Fui una niña juiciosa y responsable, siempre me gustaba ocupar el primer lugar. En nuestras reuniones, mis amigos aún recuerdan jocosamente la historia de un famoso examen de matemáticas que lloré porque no obtuve la calificación que yo quería.

Avanzaba en edad, aunque no mucho en estatura. Llegaban los tiempos de la guitarra, de los paseos en moto, de las idas a finca, de las rumbas de 15 y el primer amor. ¡Y tuve diarios que aún conservo ... y me río hoy de todo lo que escribía!
Para ese entonces, ya cantaba en el coro de la catedral de Magangué. Fervorosamente, cada domingo, mi voz se sumaba al coro de alabanzas. Descubrí allí, que el canto era una pasión, tanto, que en un momento llegaría a ser mi medio de sustento.

Y sin poder parar el tiempo, llegaba el grado 11. Año de aventuras, alegrías, tristezas... para muchos el momento de partir. Recuerdo que quería estudiar Ingeniería Ambiental, pero luego de una seria conversación con uno de mis queridos profe, opté por estudiar Ingeniería Civil.
Quizá la alegría más grande fue tener, junto a mis amigos, la oportunidad de grabar el himno del colegio. ¡Oh Instituto Diocesano tan querido!
De dato curioso, mi regalo de graduación fue un celular.

Entonces Barranquilla, me dijo para el año 2003, ¡Bienvenida Vane, el buen hijo vuelve a casa!...

Partir, abandonar, dejar el nido para crecer... para aprender.... ¡a vivir!
Esta noche hice catarsis. Un maravilloso viaje en el tiempo

P. D. Probablemente, haya una tercera entrega aunque no sé si mi hoy haga parte de ella...




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