De vuelta al ruedo, tras un
ligero descanso a mi pluma bloggera.
Con el tiempo reafirmo que, en ciertas conversaciones prefiero ser oyente más que un locuaz
interlocutor. Y es que, no siempre se hablan temas interesantes y hay personas
con quiénes sinceramente no merece la pena generar escenarios de discusión. De
esas conversaciones que tienen un eco perturbador, hoy me motiva escribir
acerca de una en particular, quizás, algo trascendental: Siempre hay algo que buscamos ansiosamente y que
creemos necesitar para ser plenamente felices… ¿qué es realmente ese ALGO? Si lo
tengo todo para ser feliz, ¿por qué no soy feliz?
Muchas personas suelen buscarle a la
vida toda una serie de símiles, para sentirse más a gusto con la porción de
momento existencial por el que están atravesando…
Hay quienes definen la vida como
un tren de pasajeros subiendo y bajando de diferentes estaciones, para reforzar
la idea de las amistades verdaderas. Otros prefieren refugiarse en el
comparativo de una montaña rusa para ejemplificar las situaciones de éxito y
fracaso; siendo este último el mejor aliciente del siguiente éxito
Un grupo adicional, recurre al
famoso camino por andar, como si la vida misma fuera un cúmulo de largos y tortuosos senderos disponibles para experimentar y que tras cada opción o decisión tomada,
se abriera un abanico de nuevos caminos, como la ruta “relocalizada” tras un giro equivocado en google maps.
En la lontananza de todos esos
escenarios, se dibuja una búsqueda y un desencuentro, un hallazgo y un deseo
fehaciente de ir siempre por más…. Una necesidad, algo no satisfecho.
¿Sabemos siempre qué es lo que
buscamos?
¿Tenemos siempre el panorama de nuestra vida tan claro como para aventurarnos en un camino, en un tren o en una
montaña rusa con un destino plenamente identificado? Mis 32 años me han
evidenciado que no. Ha aplicado para mí, pero no es regla general.
Considero que no somos simples actores
con el libreto de la vida aprendido, quienes lo creen así, suelen dejar muchas decisiones en espera de que el destino las tome por ellos; y NO tomar decisiones es ya tomar una decisión. Muy al contrario, creo que la vida se nos ha
ofrecido como un maravilloso y complejo algoritmo: “Si A toma el camino 1, se despliegan las opciones a,b,c,d,e…z;
si no lo toma, se aplica esta otra ecuación”… y el número de caminos sencillamente
puede ser mayor a 2000. Calcula las iteraciones.
Con esto no quiero decir que he
sido una loca aventurera con el día a día al garete, mucho menos una psicorígida de la vida en todos los proyectos que he emprendido o
en las decisiones que he tomado. Creo que mis decisiones, acertadas y erráticas, me han permitido enfrentar sin miedo la
montaña rusa, allanar el camino y seleccionar los pasajeros que comparten mi
mesa en el tren, en muchas ocasiones.
Para alguien más podríamos tener
una vida perfecta, pero nuestro ser probablemente nos está lanzando una idea contraria; un yo-interno que repite:
“tu vida es una mierda”. Y simplemente, eres lo que crees. Considero que es fundamental, tener
claridad en el concepto de que cada vida es valiosa en la medida en que lo sea
para cada quien, no para alguien más.
Cada quien define su propia
búsqueda, se tomará su tiempo, hallará los medios y trabajará en aras de satisfacer esa necesidad… llenar ese vacío y
procurará sentirse más feliz con las decisiones tomadas en el tránsito de la vida.
Probablemente esa necesidad no es tangible (en la mayor parte de los casos no lo
es), quizás solo le dé bienestar al alma, tranquilidad al espíritu y plenitud
al ser. Creo que ese es el sentimiento que perciben las personas que teniéndolo
todo (económicamente hablando), se sienten inconformes, infelices, agobiados y hasta desventurados. Hay quiénes llorando en un Mercedes
llegan a casa y no tienen una familia con quién compartir o conversar, o la
que tienen, sencillamente no les brinda amor.
Viajar para reencontrarse con el
ser interior (el que es pregunta y es respuesta) es una buena alternativa. El silencio de una rutina interrumpida,
la contemplación de paisajes diferentes y el adentrarse en otra cultura te
conduce, inexorablemente, por otros espacios mentales.
Probablemente esta entrada se
convierta en una invitación a repensar la vida en el sentido de esa búsqueda personal, sublime
e íntima; a hacer una introspección y a plantearte justo ahora o cuando tengas
la disponibilidad de tiempo y mente, un sencillo ejercicio pensado desde el
hexámetro de Quintiliano (qué, cómo, cuándo, dónde, quién, con qué medios y
porqué).
¡Pellízcate! ¿Vives… o solo existes?
¡Saludos a mis viejos lectores!
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