sábado, 18 de abril de 2020

36


No es mi edad, aunque es probable que pronto lo sea... y hoy más que nunca digo probable, porque en los días que corren no es posible dar nada por sentado.

Hoy me animé a escribir, para salir por un momento de mis ahora cotidianos: teletrabajo, tesis, artículo y clases virtuales universitarias.

Es increíble cómo la pandemia producida por un virus imperceptible nos ha confinado a ciudadanos en todo el mundo en procura de nuestro propio bienestar y salud. Consecuencias de este confinamiento se extienden en todos los sectores, y unos "saldrán" más lastimados que otros, indudablemente.
Hay muchos que han escrito acerca de las lecciones que nos deja esta pandemia, de lo conscientes que saldremos las personas luego de vivir tanto tiempo una vida de manera "anormal".
Yo hoy quiero escribir acerca de la creatividad que este periodo, cada vez más cuarentenal, ha despertado en muchos de nosotros y de cómo las personas nos enfrentamos a una situación tan adversa como esta.

Por ejemplo, en muchos miembros de mi familia paterna se han despertado unas habilidades culinarias que nunca más me dejarán quedarme en ningún hotel cada vez que visite mi natal Barranquilla. Una prima muy querida con innatas cualidades histriónicas le sale al quite a este tiempo, gastando bromas a cuanto tío se encuentra en su lista de contactos advirtiendo a los gritos que la saquen de casa, que está aburrida y que está a punto de enloquecer. Mi hermana, que ya cuidaba una pequeña huerta en su balcón, no deja de sorprendernos con sus recetas de postres, cremas; a tal punto que ¡hasta pan ya ha horneado!

Muchas de mis amigas han reinventado sus negocios, otros colegas profesores buscan la manera de mejorar sus clases y exámenes virtuales "grupales", y mientras tanto yo, paso cerca de 14 horas sentada en una silla, frente al computador, reclinando mi espalda en un pequeño cojín rojo, viendo pasar los días consumiendo más café que de costumbre, abriendo y cerrando mi cortina para darme cuenta si es de día o de noche, desayunando y almorzando en este mismo lugar, y a punto de tener más espalda que nalgas. De esta manera, recorro los pasos para "final y felizmente" culminar un largo proceso académico que no ha sido nada fácil.

Para hacerlo un poco más llevadero, hace pocos días, les propuse a algunos amigos del colegio que nos "conectáramos" para conversar y entretanto pensaba: "Hace cuánto no les doy un abrazo, hace cuánto no les digo lo mucho que los quiero y lo importantes que son para mí". Qué deliciosa terapia resultó reírse de viejas historias, recordar los profesores, ver que ya muchos tienen hijos y que a pesar de todo, la esencia de todos permanece intacta.

Somos animales de costumbres, algunos más dóciles otros mas bravíos. En el mismo sentido, durante estos días y los que vendrán muy seguramente, unos descubrirán talentos, otros sólo se quejarán, otros aprovecharán el tiempo libre en exceso haciendo cosas para las que, paradójicamente, antes no tenían tiempo.

¡36 no es mi bucket list, mi número de libros en la biblioteca, mis zapatos olvidados, los gramos de azúcar para mi café ni tampoco el número de botellas de cocacola de 300 ml que consumo ahora para mantenerme despierta!
Sí, son mis días de confinamiento, los mismos que llevo asomándome ocasionalmente al balcón para ver cuán desolada está la carrera 66. No era difícil de suponer, menos ahora, mucho menos hoy. 

¡Saludos, desde mi silla casi cuarentenal!

3 comentarios:

  1. Que bueno que se despertó en ti de nuevo ese deseo de escribir de temas diferentes a los académicos. El mundo necesitaba esta pausa para reflexionar, valorar, conocerse y conocer que es lo que realmente importa. Un abrazo y que buena manera de contar la historia. Yo pensé que 36 era tu edad. La verdad no he contado cuantos días llevo de cuarentena, estoy viviendo el proceso. Un abrazo y la mejor energía. Www.instagram.com/santiviajasimplemente 😊

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  2. Me identifico contigo prima Vane, aunque en mi caso mis horas transcurren en una pequeña e incómoda silla de “tocador”; empezaré a incluir en mis oraciones que por esta razón mi espalda no aumente su tamaño.
    Te quiero y admiro enormemente criatur; siempre digo: “Si supiera cantar como mi prima Vane, estuviera montada en esa tarima”.
    Saludos!

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